En la calle de San Carlos, entre carreras 6ª y 7ª se encuentra el turista con la Plazuela Rufino José Cuervo, homenaje de Colombia al “notable filólogo de la lengua castellana”, tal como reza la leyenda en la casa donde nació, calle de la Esperanza No. 4 – 69 edificación de dos plantas estilo colonial.
Ya en 1793, el cotarro intelectual y político de Santa Fé se hallaba agitado con las ideas de libertad proclamadas por la Revolución Francesa.
En 1789 la Asamblea de Francia divulgó su Declaración de los Derechos del Hombre, cuatro años atrás, antes que los libros que contenían esos principios de igualdad llegaran a las manos del Precursor de la Independencia, don Antonio Nariño y Alvarez. La traducción de tan importante y universal manifiesto fue de la autoría de Nariño; su impresión se hizo en la imprenta de Antonio Espinosa de los Monteros, propiamente en lo que hoy es la Plazuela Rufino J. Cuervo en cuya casa costado norte de la calle, frente a la iglesia de san Ignacio está impresa la declaración, en letras de molde, en gigantes piedras, contentivas de los importantes artículos sobre la igualdad de los hombres, y sus libertades, sus derechos y sus obligaciones con la comunidad universal. Allí, “en esa casona colonial, de estilo cordobés, con amplios portalones, balcón corrido, fuertes barrotes”-, al decir del historiador Enrique Ortega Ricaurte, Antonio Espinosa de los Monteros, completó su imprenta muy pobre entonces, con los elementos de otra, traída por los padres ignacianos. Y en ella nació la impresión, tras la traducción del francés de la Declaración de los Derechos del Hombre, obra del Precursor tan conocido. También Espinosa comenzó allí una de las primeras bibliotecas con libros de los jesuitas.
En 1974 funcionaban tiendas, cantinas, almacenes, agencias de trasteos, venta de esteras y las chicherías
Completan la plazuela Rufino J. Cuervo dos casonas más de factura arquitectónica cordobesa; la de enfrente a la iglesia san Ignacio, fue albergue de la Imprenta Patriótica, antes de la autonomía republicana. Los padres de la Compañía de Jesús eran sus vecinos.
A los lados y haciendo guardia al parque en cuyo centro está la estatua de don Rufino J. Cuervo, cuatro gigantescas palmeras ven pasar el cortejo de los siglos. Es un jardín este lugar, que tiene su peculiar historia: En las casonas coloniales habitaron personajes de rancia estirpe peninsular con sus familias. No les importaba que en los bajos funcionaran tiendas, cantinas y almacenes, agencias de trasteos, venta de esteras y las chicherías del lugar estuvieran a todas horas del día y de la noche atestadas de embrutecidos parroquianos por el efecto del aguardiente de los muiscas. Ni que al frente estaba el templo de los jesuitas y a media cuadra la capilla del Sagrario y la Catedral. Así era la Santa Fé, en ese año de 1794, cuando Nariño hizo su traducción y divulgó su contenido, que le valió acusaciones, cárcel y destierro. Los avatares de su vida fueron narrados por un funcionario del Consejo de Indias hacia 1800.
Rufino José Cuervo es gloria de la gramática y la lengua de Castilla
Volviendo a la plazuela, es bueno recordar que don Rufino José Cuervo siendo adolescente grabó sus iniciales en la casa de sus padres, sobre la pared de su cuarto; y aún se conservan.
Sus progenitores fueron don Rufino Cuervo Barreto gobernante de la Nueva Granada y doña María Francisca Urisarri de Cuervo, prestante familia de intelectuales.
Cuervo es gloria de la gramática y la lengua de Castilla. El homenaje de su estatua es el reconocimiento universal a su brillante mente.

