
Por: Natalia Ramirez
En este museo ubicado en la Candelaria, usted tendrá un inolvidable viaje hacia el pasado, un acercamiento a aquella histórica época colonial llena de héroes, batallas, castigos. En él, un hermoso jardín le dara una bienvenida cálida con árboles y flores de muchos colores. Allí, en el centro se encuentra el “mono de la pila”, silencioso, dispuesto a escuchar todos sus secretos al mejor estilo de La Colonia cuando esclavos y criados iban a recoger agua de esta fuente y de paso compartir quejas de sus patrones.
Este lugar desde 1942, año del presidente Eduardo Santos, alberga parte de la historia de país en los siglos XVII y XVIII principalmente. Al entrar, el visitante se encontrará en medio de objetos históricos que en ningún otro lado se pueden apreciar. La edificación es uno de los lugares mas antiguos de Bogotá, construida a principios del siglo XVII. Sus paredes, por ejemplo, sirvieron de cárcel para el General Santander, después de la conspiración de 1828; por sus pisos caminaron héroes de la talla de Antonio Nariño y Simón Bolívar; fue Institución Educativa Jesuita, capilla de indios, sede de la Biblioteca Nacional, Biblioteca Castrense y sede del Congreso. Cuenta con parte de la Infraestructura original de los siglos XV al XVIII (las escaleras y algunas paredes conservan decorados originales)acompañada de objetos de construcción y restauración del siglo XX.
Al recorrer sus primeras salas es difícil no sentirse observado por las pinturas allí expuestas, muestras impecables del arte colonial. Imágenes religiosas como vírgenes y santos poseen tal realismo en su rostro que parecen seguir al visitante analizándolo, interrogándolo.
A través de diferentes materiales y texturas, los pintores de la época nos han legado mas que arte religioso; son imágenes testigos y cómplices de la evangelización de los indígenas. Ni siquiera alcanzamos a imaginar cuantos acontecimientos históricos ocurrieron en su presencia.
Al continuar el recorrido, se encuentra un gran patio con una inmensa torre hecha en piedra, a la que solo le falta la princesa para ser un castillo medieval. Este lugar solitario y fantasmal, sumado a sus silenciosas salas, le da un aire misterioso y místico al museo. Si se guarda quietud, es muy fácil imaginar a las personas que allí habitaron, con sus vestidos de la época, caminando por sus corredores y suspiros en piedra, disfrutando de los bellos jardines, asomadas por los antiguos balcones de madera.
En la siguiente sección se encuentra la reconstrucción de una casa propia de La Colonia con sus grandes muebles tallados en madera entre los que se encuentra el sillón propio del del hombre de la casa, la cama y el sofá. La distribución de estos es un fiel retrato de los hogares de la época, con estudio, habitación, salón, sala de estar y altar privado. La capilla que se encuentra allí nada tiene que envidiarle a las del resto de la ciudad. Techos altos y un altar con hermosos detalles dorados se levantan frente al visitante, para revelarle secretos del mundo religioso de aquella época. El olor de la capilla evoca un mundo desconocido. Al segundo piso se accede a través de una escalera en piedra propia de ese tiempo. Una vez dentro y como en una máquina del pretérito se sentirá en otra dimensión.
Este museo no es solo de arte; con sus patios y corredores, se cuenta una historia que muchos ignoran. Se recrea allí La Colonia con sus costumbres, creencias y edificaciones. Se puede apreciar el lugar donde el pintor santafereño Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos llevó a cabo sus mejores obras.
Aventúrese, por $2.000 adultos, $1.500 estudiantes y $1.000 niños. Usted tendrá un viaje al pasado de Colombia, que no puede perderse, sino que además, debe conocer, rescatar y enseñar a sus hijos.

